5. La fundación Rockefeller

El informe Rockefeller señalaba como causa fundamental del peligro para la plena consecución de sus planes de reducción forzada de la población a la Iglesia Católica “que educa a los pueblos, les da cultura, les hace pensar y les anuncia la inalienable dignidad de los hombres” (Sandalio, 2004, Julio 7, El Informe Global 2000).
Uno de los más notables portavoces estadounidenses del darwinismo social fue John D. Rockefeller, el primero de la dinastía, que declaró en un discuros Cléber:

“La variedad de rosas American Beauty sólo puede producirse con el esplendor y el perfume que entusiasman a los que la contemplan sacrificando los primeros brotes que nacen a su alrededor. Lo mismo ocurre en la vida económica. No es más que la aplicación de una ley de la naturaleza y de una ley de Dios”. John Davinson Rockefeller

Está mentalidad la transmitió a descendientes, que crearon la Fundación Rockefeller para seguir estos fines. Uno de los campos en el que la Fundación Rockefeller fue pionera es el del control de la natalidad, al punto que ya en 1934 comenzó a desarrollar su labor en ese terreno uno de los miembros del clan, John D. Rockefeller III, si bien los condicionantes mentales de la época no eran aún lo suficientemente propicios para tales planteamientos. Pero ese inicial inconveniente no habría de suponer un gran obstáculo. Todo era cuestión de tiempo y del adecuado despliegue propagandístico para que la mentalidad occidental fuera adaptándose a las necesidades del capitalismo moderno. A medida que el asunto se fue divulgando, el rechazo de los primeros momentos a las tesis anticonceptivas fue dando paso a una acogida más favorable, de tal modo que ya a finales de los cincuenta el control de la natalidad se había convertido en una de las prioridades de la política exterior norteamericana. Tanto es así que, en 1958, el Departamento de Estado adoptó como tesis oficial que el crecimiento demográfico constituía el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social y para el mantenimiento de la estabilidad política en los países del Tercer Mundo. Una tesis que ha venido manteniéndose desde entonces, y mediante la cual se han soslayado sistemáticamente las razones de fondo de la postración tercermundista. No será ocioso significar que buena parte del presupuesto dedicado por la Administración norteamericana al control de la natalidad en las regiones subdesarrolladas ha corrido tradicionalmente a cargo de las Fundaciones Ford y Rockefeller, cuyo proverbial altruismo se manifiesta igualmente en el ámbito occidental a través de sus aportaciones millonarias a la causa proabortista.
Desde John D. Rockefeller Sr. en el siglo XIX, que había sido influenciado por el darwinismo social de Herbert Spencer, esta poderosa familia norteamericana financia el activismo eugenista. Lo hace especialmente a través de las siguientes organizaciones:

El Population Council, En 1952, John D. Rockefeller III y Frederick Osborn crean el Consejo de Población, preocupado por las consecuencias que podía tener el crecimiento de la población en los países en desarrollo. Dicho Consejo dio muestras inequívocas de simpatía eugenésica durante la primera década de funcionamiento, cuando financió la creación de la Sociedad Estadounidense de Eugenesia y ofreció apoyo a la publicación Eugenics Quarterly. Tiene además una influencia esencial en la política norteamericana de despoblación (capacitación de "expertos" en demografía y apoyo a la investigación de contraceptivos y abortivos). Es al Population Council que Hoechst-Roussel "donó" la licencia del RU486. También recibe fondos de la Fundación Ford.
Desde entonces, el Consejo de Población tiene un papel clave en las investigaciones teóricas sobre "asuntos de población" y en el desarrollo de técnicas de contracepción. En varios casos, y un ejemplo es el del Norplant, se trató de métodos pensados para integrar programas de control de natalidad patrocinados por Occidente a fin de limitar la fertilidad de las mujeres del mundo en desarrollo. Rara vez su aplicación fue totalmente voluntaria.

Los informes Kinsey fueron una herramienta esencial de la revolución sexual, aun cuando quedó demostrado que eran un fraude científico.

El World Watch Institute, creado por el Rockefeller Brothers Fund para "alertar a los decisores y al público en general acerca de las tendencias globales emergentes en la disponibilidad y manejo de los recursos, tanto humanos como naturales, bajo la dirección del renombrado activista Lester R. Brown. El World Watch Institute procura dirigir la atención de la prensa hacia la "crisis" poblacional, mediante la publicación de folletos y de libros que anuncian la inminencia de calamidades debidas a la superpoblación. Es igualmente financiado por la ONU y por la Fundación Ford. El World Watch Institute, en su último informe (14/01/96), elogia a China e Irán por sus políticos anti.familiares, al tiempo que deplora la desaparición de ciertas especies de animales salvajes.

Catholics for a Free Choice, (Católicos por la libre elección), cuyo propósito es hacer creer que se puede ser católico y promover el aborto.

La Planned Parenthood, (Planificación Familiar), así como todos sus avatares durante en el transcurso del siglo. Margaret Sanger hacía circular el dinero de los Rockefeller y de los McCormick en dirección de Gregory Pincus, para sus investigaciones sobre la "píldora". Actualmente, es la rama activista del eugenismo, oculta tras el camuflaje de "servicios de la salud reproductiva".

El Instituto Kaiser Wilhelm en Berlin y en Munich. Los Rockefeller han ayudado allí a Ernst Rüdin, arquitecto de la política eugenista de Hitler.

El Council on Foreign Relations (CFR), destinado a promover un "nuevo orden mundial" contra las soberanías nacionales.

La Fundación Rockefeller, "para promover el bienestar de la humanidad en todo el mundo", se está concentrando en el desarrollo internacional de las "ciencias de la población". Es un instrumento de transferencia de dinero, especialmente hacia la Planificación Familiar.

La O.N.U.: la Declaración sobre la Población, de la ONU, era una iniciativa de John D. Rockefeller III. Rockefeller donó el dinero y el terreno para el edificio de la ONU en Nueva York. Entre los representantes norteamericanos en la división "Población", se encuentran F. Notestein y Kingsley Davis, de la American Eugenics Society. La rama demografía de la ONU es una iniciativa de Frederick Osborn (igualmente miembro de la A.E.S.) ; G. Acsadi-Johnson, responsable de la rama "Fertilidad y Población" en 1974 también era miembro de la A.E.S.

EL CONSEJO DE POBLACIÓN

En el mes de junio de 1952, John D. Rockefeller funda el Population Council con el fin de desarrollar la investigación cineífica fundamental sobre la fisiología de la reproducción humana, la investigación aplicada en los métodos anticonceptivos (de ahí la píldora de Pincus en 1956 y el dispositivo intrauterino en 1960) y, por último, sobre las implicaciones sociales, éticas y morales de los métodos anticonceptivos (P. Bourcier de carbon, 1998). Siendo muy activo, el Population Council se asegura la colaboración de los sucesivos directores de la División de la Población de las Naciones Unidas (D. Kira, F. Notestein, B. Berelson) y logra que a través de dicho organismo se admita la idea de que la única forma de evitar las catástrofes anunciadas consiste en reducir por todos los medios la fecundidad en los países pobres. En 1965, la Comisión de la Población de la ONU propone una asistencia internacional a cualquier país solicitante acerca de los problemas de población incluyendo la planificación de los nacimientos. Al año siguiente, John D. Rockefeller obtiene personalmente las firmas de 30 jefes de Estado (entre los que figuran las de Suecia y Finlandia) en un manifiesto de la población que proclama que “las parejas deben tener la posibilidad de planificar a su familia y disponer de los medios y los los conocimientos a tal efecto”. El secretario general de la ONU, U. Thant, crea entonces el Fondo de las naciones Unidas para las actividades en materia de población (UNFPA) que recibe un enorme presupuesto (240 millones de dólares en 1994) para promover la restricción de los nacimientos en cualquier zona del mundo.
Sin embargo, en 1974, en el Tercer Congreso Mundial de la Población celebrado en Bucarest, la resistencia de varios países (Argelia, Argentina) lleva a John D. Rockefeller y, tras él, al Banco Mundial a flexibilizar sus posturas reconociendo que “el crecimiento demográfico rápido no es más que uno de los múltiples problemas a los que se enfrentan la mayoría de los países” y que “reducir el crecimiento demográfico no es una alternativa al desarrollo”. Durante la segunda conferencia mundial que tuvo lugar en México en 1984, se constata que el crecimiento demográfico ha frenado – en la mayoría de los países pero no en todos – y que las poññiticas antinatalistas tienen unos efectos sólo escasos sobre el desarrollo. Estados Unidos, hostil a las intervenciones estatales, suprime su contribución al UNFPA. A partir de entonces, los neomalthusianos hacen más hincapié en los derechos de la mujer y en la salud de la reproducción “para una vida mejor de las generaciones por llegar”. Apoyadas por organismos privados – en particular por la Internacional Parentwood Federation IPPF –, algunas universidades americanas y varios gobiernos logran el apoyo de otra agencia de la ONU, la Organización Mundial para la Salud (OMS), que se hace cargo en cualquier parte del mundo de los programas de anticoncepción y de esterilización; y todo ello en nombre de un “nuevo paradigma” que implica los aspectos económicos y políticos de la salud (M. Schooyans, 1997). Este tema de la “salud reproductiva” ocupa el lugar central durante la Tercera Conferencia Mundial sobre “Población y Desarrollo” (El Cairo, 1994) con sus diferentes aspectos: “maternidad sin riesgo”, “planificación familiar”, “regulación de la fecundidad”. No obstante, resulta imposible obtener el acuerdo unánime de los gobiernos con vistas a generalizar la esterilización y el aborto en los países en desarrollo.
¿Cuál fue el impacto de estas campañas? En apariencia, el resultado más espectacular ha sido el progreso de la esterilización, que concerniría ahora al 37% de las mujeres en edad de procrear en los países llamados “en vías de desarrollo” (39% en Asia y en Oceanía, 36% en América Latina, 9% en África); pero sale a relucir que el descenso de la fecundidad en dichos países se debe más a ciertos cambios culturales – que se suelen designar con el término impreciso de “modernización” – que a la difusión de procedimientos técnicos. En lo que a Europa se refiere, la ofensiva fatalista ha tenido probablemente efectos indirectos a causa de la ideología que implicaba y ello a pesar de la donosa prgunta que Alfred Sauvy gustaba de hacer: “¿Es que hay que ponerse a dieta so pretexto de que un obeso vive en la casa de al lado?”.

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